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AULA DE CULTURA VIRTUAL

EL DIÁLOGO EN BABEL
¿HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE?
D. Santiago González
Periodista y Premio de Periodismo de EL CORREO 2003
Bilbao, 26 de abril de 2004

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El objetivo se centra en dar un impulso determinante a la potencialidad del momento actual.

¿Qué quiere decir esto? Misterio, pero hagamos un ejercicio de sintaxis recreativa. Cambiemos el orden de las palabras y veremos que llegamos a resultados igualmente pintorescos y tan carentes de sentido como la expresión original:

El centro impulsa momentáneamente el actual objetivo de potencia determinada.

O bien:

La potencia actualiza el momento e impulsa la determinación de centrar el objetivo.

La segunda característica de la parla nacionalista es que se trata, a menudo, de un lenguaje construido con eslóganes banales, sentencias que pretenden ser axiomas pero que no pasan de tópicos refraneros. Uno que ha gozado de mucha vigencia es "El que niega el diálogo, niega la solución". Sin embargo, si tuviera que expresar una preferencia personal por alguno de ellos, yo elegiría "No hay diques ni cauces que puedan contener la voluntad de este pueblo", expresión acuñada por el lehendakari Ibarretxe, sin tener en cuenta que contener la voluntad de las personas, individual o colectivamente consideradas, es precisamente el fin para el que se inventó el derecho.

La banalidad de estas propuestas descansa su lógica aparente sobre "palabras talismán", términos cuya sola invocación exime de la necesidad de argumentar razonadamente: conflicto, paz, diálogo, el ámbito vasco de decisión, la consulta, el inmovilismo o los derechos colectivos.

Aquí lo que hay es un conflicto, vienen a decir los nacionalistas. "¡Qué suerte tienen estos vascos!", podría pensar un turista neozelandés que hubiera recalado entre nosotros para ver el Guggenheim, versión actualizada del inglés de la vieja bilbainada con respecto a la ría y el mar. "Tener sólo un conflicto, con la cantidad de ellos que tengo yo mismo, sin ir más lejos."

Parece, en efecto, algo reduccionista una visión de la existencia que hable del conflicto, así, por antonomasia. La vida es, como se sabe, una sucesión de conflictos entre dos conflictos clave para el ser humano: el del nacimiento y el de la agonía que precede a la muerte. Es conflicto la infancia, el desarrollo del organismo en la adolescencia, el sexo y las relaciones amorosas, las de pareja; tenemos conflictos de carácter laboral, con nuestros hijos y su educación; es conflicto la enfermedad, la jubilación, el deterioro físico e intelectual en la vejez, la soledad, el miedo a la muerte y, finalmente, la muerte misma. No hay, en fin, ninguna etapa en nuestra vida libre de conflictos. Nos acostumbramos a pensar que no aparecen y se solucionan, sino que muy a menudo se transforman para aparecer nuevamente bajo una apariencia distinta.

Las palabras que apuntalan el discurso no tienen un significado unívoco y ésa es una de las razones fundamentales para que en Euskadi no se comparta ningún discurso, por básico que sea.

Ni siquiera hay acuerdo sobre el nombre de la cosa, de la patria. El Estatuto de Guernica establece que el nombre oficial de la Comunidad Autónoma es "Euskadi" o "País Vasco". Los nacionalistas usan mayoritariamente el primero; los populares, el segundo; y los socialistas, uno y otro indistintamente. El PNV intentó imponer "Euzkadi", con la grafía sabiniana, en contra del parecer de todos los demás partidos, nacionalistas o no, y contra el dictamen de Euskaltzaindia, de la Academia de la Lengua Vasca.

Hoy, el PNV mantiene una posición esquizofrénica: usa "Euskadi" en las instituciones y "Euzkadi" en sus actividades y comunicaciones partidarias, aunque desde el inicio de su deriva soberanista ambas expresiones están siendo sustituidas en el habla de los nacionalistas por "Euskal Herria", voz que hasta entonces era patrimonio de la izquierda abertzale, si bien no exclusivo. Manuel Fraga Iribarne dijo en los años ochenta que él nunca diría "Euskadi", por tratarse de un neologismo aranista impropio: "Siempre me referiré a la gran Euskal Herria, que es la tierra de mi madre".

El primer presidente de Euskaltzaindia, Resurrección María de Azkue, impartió una conferencia en Bilbao en los albores del siglo XX. Durante la misma, cada vez que decía "Euskal Herria", los miembros del recién creado Euskeldun Batzokija le corregían gritando "Euzkadi". Seguramente, Azkue se habría quedado atónito si hubiese podido saber que cien años después, tras conseguir bautizar la CAV con el término "Euskadi", el PNV iba a adoptar el término que tan entusiásticamente le corregían.

En tercer lugar, la parla nacionalista es distraída. La distracción se produce cuando se usan los tópicos coloquiales, los eslóganes banales a que me refería hace un momento, y además se hace de oídas. Esto es lo que le pasó a una modelo española que se hizo famosa al decir que es muy cansado estar todo el día en el candelabro. Diana Dial era la protagonista de una novela de Maruja Torres, que incurría a menudo en distracciones, al escribir: "La venganza es un plato que se come crudo" o "Renació de sus cenizas como el Ave César". Un ejemplo acabado del lenguaje distraído era el de María, la amante guapa pero inculta de Sherman McCoy en La hoguera de las vanidades, la novela de Tom Wolfe. Cuando su amante la abandona, ella le lanza una última maldición: "Ojalá te cuelguen en la silla eléctrica".

La más disculpable de las distracciones, después de todo, es la que hizo más ruido. Sofía Mazagatos rompió la frase hecha, pero usó una expresión sinónima, ya que el candelero es el candelabro para una sola vela o candela. Menos disculpable fue el perpetrado por la vicelehendakari del Gobierno Vasco, al decir lo siguiente: "Mayor Oreja sigue la estrategia del txipirón, que es defenderse atacando". Ese podría ser, en todo caso, el mecanismo de defensa del jabalí –llamarle estrategia parece un acto excesivo de prosopopeya–, pero el txipirón o calamar, que se sepa, lo que hace para defenderse es soltar un chorro de tinta y aprovechar la confusión ambiental para escapar.

El campeón del lenguaje distraído fue un dirigente del nacionalismo radical en los años ochenta que se llamaba (se llama) Txomin Ziluaga, que ahora es profesor de la Universidad del País Vasco. En la campaña electoral ante las generales de 1982, Ziluaga participó en una mesa redonda sobre la interrupción voluntaria del embarazo, cuestión que estaba sobre el tapete porque el PSOE había incorporado a su programa la despenalización del aborto en unos determinados supuestos.


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